+ CINCO MUERTES EN LOS ÚLTIMOS SEIS DÍAS
+ URGE MAYOR VIGILANCIA Y CONCIENTIZACIÓN
Proliferan. Desde 10 o 12 mil pesos pueden adquirir alguna. Y en abonos. Entre más potencia, más peligro. Hasta adolescentes forman pandillas de motonetas que por las noches salen a recorrer las calles de sus colonias.
Hombres y mujeres jóvenes trepados en los vehículos ruidosos a los que añaden música que compite en decibeles con el estruendo de los mofles. Durante el día esas mismas motos sirven para el traslado al trabajo o a otros menesteres. O incluso son usadas por sicarios para huír de forma rápida luego de cometer sus crímenes, cuando no utilizadas por “halcones”.
Nada comparable jamás a la sensación de montar en una moto e invadir la carretera, con el viento chocando sobre el rostro como mensaje de libertad. Si algunos van al gym, a trotar, o al antro para quitarse el estrés, otros en cambio suben a la motocicleta y le dan gusto al acelerador, poniendo también en peligro su vida: en fracción de segundos todo puede terminar para ellos, y empezar el drama para sus parientes.
Algunos padres de familia las usan para llevar de paseo hasta al perro y al gato (es sólo una expresión). Todos los días por las calles de esta ciudad se puede ver a tales señores respetables con la rolliza esposa, los hijos, y hasta los nietos…
Este sábado 4, uno de esos padres bajaba a “buena” velocidad el puente que se encuentra en el Periférico Oriente, a la altura de la calle 57 de Prados de San Vicente, y, de acuerdo a las versiones de testigos, trató de evitar un choque por alcance, invadiendo el carril contrario para ser arrollado de forma estrepitosa por un camión refresquero.
Pero no viajaba solo: Junto con él en la Italika negra iba su hijo, de alrededor de once años, y otro menor, de más o menos cinco, quizá su nieto, como se ha dicho. Él llevaba casco, los menores no. Pero los tres fallecieron. Se habría agradecido que en su trayecto hubieran sido detenidos por algún tránsito o una patrulla, bajándolos del peligro que corrían, y decomisándoles la moto. Al conductor se le habría salvado de su propia imprudencia de llevar niños en tan peligroso vehículo, sin casco; y para desplazarse por vías que muy seguido se utilizan como si fueran para exceso de velocidad.
A esta víctima no le ayudó la sensatez, ni la suerte de haber encontrado autoridad alguna que lo salvara a él y a los menores. La tragedia sobrevino. En las redes hubo múltiples muestras de pesar, condolencias, rezos, bendiciones. También comentarios y hasta críticas de quienes opinaron haciendo referencia al pesar que les sobrevendría a los seres queridos del señor fallecido y los dos infantes. Se referían a la sorpresa, a la desgracia que de un momento a otro cayó sobre sus cabezas al perder a tres de sus miembros. Tragedias, dramas inenarrables para quienes lo viven.
Un familiar lo expresó a su manera, enrevesada, como a veces es el dolor. En su cuenta de Face, comentó: “Xkxk ustedes los amooo muchoo papa hermano sobrinito xk nos degaron xk fam martinez los amoooo muchoooooo papa regresa xk cristian no me hagas esto hermano nooo sobrinito despierta xfavor bb nunca los olvides siempre estarán con nosotros papa xfavor despierta”. Pero de esos viajes no se despierta nunca.
El martes 28 de febrero, Daniela, una joven de 22 años, conducía su motocicleta roja por los carriles centrales de la carretera a Matehuala, muy cerca del Distribuidor Juárez. Vio de improviso que el tránsito estaba detenido, luego de un accidente que se había dado momentos antes. Frenó. Derrapó varios metros, pero no alcanzó a detenerse y se impactó contra un vehículo. El casco lo llevaba puesto, pero suelto, sin el cintillo de seguridad. Pronto acudieron al sitio del accidente la novia (estaba a punto de casarse, según trascendió) y su madre, quienes no podían controlar el llanto. Nada había que hacer. Daniela había muerto enseguida.
Y la última (hasta el momento) desgracia familiar, ocurrida el día de hoy. Julio César, de 34 años, se desplazaba al filo de las siete de la mañana por la avenida Chapultepec, en compañía de un primo. Julio perdió el control de la moto a la altura de Home Depot y fueron a estrellarse contra un poste. Al llegar al Centro Médico falleció el conductor, su pariente quedó hospitalizado.
Es muy lamentable, pero todos sabemos que ese no será el último accidente fatal en motocicleta, dentro de las calles de nuestra ciudad. Y aunque no sea posible acabar con tales percances de forma definitiva, pues siempre habrá riesgos e imprudencias, sí se puede hacer mucho para disminuirlos. Desde las familias, las instituciones, las autoridades policiales, los medios de comunicación, se pueden tomar precauciones, implementar programas de cultura vial, toma de conciencia. También una mayor vigilancia, y sanciones más severas para quienes circulen a exceso de velocidad, sin respetar las reglas de tránsito, o sin portar el casco protector. Así tendríamos menos tragedias familiares. Menos vidas segadas por motocicletas.
