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viernes 29 de marzo de 2024 San Luis Potosí, México
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La investigación por el asesinado de la líder ecologista hondureña Berta Cáceres ha dado un nuevo paso. La policía federal mexicana ha detenido en Reynosa (Tamaulipas) a uno de los supuestos implicados en el crimen, ocurrido en la noche del 2 de marzo en La Esperanza, al oeste de Tegucigalpa. Se trata del exmilitar Henry Javier Hernández Rodríguez, de 26 años. En el momento de su captura, trabajaba en una barbería. Con él, ya son ocho los arrestados en este caso.
La muerte de Cáceres, ganadora del Goldman Enviromental Prize, el Nobel verde, tuvo eco mundial y llevó a Estados Unidos, la ONU, el Vaticano y Venezuela a exigir su esclarecimiento. A lo largo de los años, la activista se había granjeado enormes odios por su lucha contra los desmanes ambientales en Honduras. Su última batalla se dirigió contra la presa de Agua Zarca. Un gigantesco proyecto que vaciaba el río Gualcarque, sagrado entre los indios. Para evitarlo, Cáceres activó a las comunidades indígenas y llevó su denuncia más allá de las fronteras nacionales. Su pulso logró que el Banco Mundial y la empresa pública china Sinohydro abandonasen la construcción. La compañía hondureña Desarrollos Energético SA (DESA) quedó al mando de la obra. Ese fue el origen del asesinato.

Las primeras versiones apuntan a que el homicidio fue ordenado por el gerente de DESA, Sergio Ramón Rodríguez Orellana. Para ello contó con la ayuda de uno de sus jefes de seguridad, el teniente retirado Douglas Geovanny Bustillo, a quien Cáceres ya había denunciado públicamente por amenazas y acoso sexual.

Bustillo pidió ayuda al mayor Mariano Díaz Chávez, instructor de la Policía Militar y miembro de las Fuerzas Especiales, para que llevase a cabo la operación y contratase a los sicarios. Edilson Duarte, de 25 años, siempre según las primeras versiones, fue el que disparó contra la ecologista, cuando estaba en la habitación de su casa. Le pagaron 50.000 lempiras (2.200 dólares). En el momento del ataque, descansaba en otro cuarto el ambientalista mexicano Gustavo Castro. Uno de los sicarios le disparó a matar, pero la bala sólo le rozó la oreja izquierda. Dado por muerto, logró escapar y su testimonio fue clave para sacar a la luz la trama.

Pero las detenciones no han calmado aún el caso. La familia y el propio Castro han denunciado que faltan por arrestar altos cargos de la empresa DESA. Y las muertes contra ecologistas tampoco han cesado. Tan sólo 12 días después de caer Cáceres, otro compañero suyo de organización fue abatido de un tiro en la cara. Y cuatro meses después moría otra dirigente de un machetazo en la cabeza. En una década, según Global Witness, han sido asesinados en Honduras 114 activistas ambientales. La mayoría de los casos han quedado impunes.

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