Hubo dos versiones muy parecidas: “Un señor llegó con unos burros que traían unas cajas los dejó amarrados afuera del templo y después de muchos días y que los burros estaban sufriendo por el frio, la lluvia y el sol, y al ver que no llegaba el dueño, el Padre de la Parroquia decidió abrir las cajas y en ellas veía San Francisco de Asís”.
La otra versión dice: “Al Padre de la Iglesia, un señor le encargó una cajas que más tarde pasaría por ellas y nunca regresó, después de mucho tiempo el Padre ordenó abrir las cajas con cierto miedo pues era raro que no regresaran por ellas y cual fue su sorpresa que en ellas estaba San Francisco de Asís, la gente se maravillo y lo consideró como algo especial…”
Platicando con el Presbítero Basilio Rodríguez Calderón comentó: “La imagen se encuentra en la parte central del altar y es una escultura de madera articulada en brazos y piernas y que se puede poner de pie. Su día es el 4 de octubre, fecha en la cuál acuden miles de peregrinos a visitarlo, especialmente del norte de la república. Y desde entonces se le festeja con pólvora, bailables y música en agradecimiento a los milagros recibidos”.
El altar en donde está ubicado es de estilo neogótico y fue construido a principios del siglo veinte. Después de la Revolución los emigrados catorceños empezaron, año tras año, a regresar a su viejo hogar y rendir homenaje al milagroso santo, alimentando una tradición que se fue agrandando año tras año por cuenta exclusiva de la fe popular, hasta llegar a las colosales proporciones de su forma actual.
Las paredes de la parte trasera del templo están adornadas por una multitud de retablos que los peregrinos dejan como ofrendas para agradecerle al santo las gracias recibidas. Es una expresión de arte popular que conmueve, por la sencillez y la ingenuidad de las pinturas y las oraciones.