JUAN DEL JARRO Y OTROS VECINOS RAROS DE LA AVENIDA ERNESTO BAEZ LOZANO
En la avenida Ernesto Báez Lozano, arteria principal del panteón El Saucito, los monumentos son de exquisito y duro mármol de Carrara, Italia, traídos a San Luis Potosí a finales del siglo XIX y principios del XX.
Este andador de inertes osamentas es el pasaje principal donde se alberga el recuerdo de lo más ilustre y legendario de nuestra historia local.
Aquí conviven (es un decir) lo humilde con lo elitista: Juan del Jarro (1793-1859) y la familia Teissier. Por ejemplo.
Congregados por la historia están así, en apenas 100 metros, personajes de gobierno que fueron fieles e institucionales del porfiriato, junto a ilustres precursores ideológicos de la Revolución Mexicana.
Al fondo, rematando el sendero flanqueado de tumbas, se ubica una vistosa capilla con los restos del general Carlos Diez Gutiérrez (1836-1898); pero un poco antes está el monumento, mucho más modesto, de Juan Sarabia Díaz de León.
Porfirista uno, revolucionario el otro, al final terminaron también vecinos de cementario.
En este breve recorrido no falta lo surrealista e inverosímil: llama la atención que los monumentos funerarios del general Silverio Ramírez (1829-1896) y de su esposa se encuentran muy deteriorados.
Sobre todo el del primero, al que le faltan muchas partes que le fueron arrancados, no sin antes de que el ferviente depredador dejara un recadito, pues existe la leyenda de que el general puede cumplir favores desde el “más allá”, pero que estas peticiones se le deben hacer con base en maldiciones y palabrotas, y después solo arrancar un pedazo de piedra al monumento…por eso se lo fueron acabando.
Al respecto, la investigadora Adriana Corral ha comentado: “El pedazo que arrancan se lo llevan y cuando el general te cumple el favor debes regresar a la tumba para devolver el pedazo de monumento…es una creencia que ha llevado al desgaste del patrimonio histórico”.
Y, en efecto, incrustados en los resquicios de la escultura hay papelitos con solicitudes de favores personales y para la familia.
Algo similar le ocurre al otro santo laico vecino del general, el ya mencionado Juan del Jarro, a quien también se le piden cumpla milagritos.
Quizá los monumentos más llamativos o elaborados sean la capilla en honor del mencionado Carlos Diez Gutiérrez, y otro edificio funerario plagado de símbolos heterodoxos, del empresario, político, y filántropo Matías Hernández Soberón.
Muy poco conocido, y no recordado en el santoral político local, los restos de Hernández Soberón se encuentran en el mausoleo no solo de mayor altura, sino que también está trabajado con gran detalle, a base de múltiples figuras, imágenes, y simbología extraída de múltiples culturas.
De la muerte de este personaje potosino dio cuenta el periódico El Estandarte el 15 de marzo de 1907, donde se consignó que su cortejo fúnebre “estaba integrado por todos los individuos de la ciudad que tienen alguna significación en los círculos sociales, en la banca o en el comercio, así como por numerosos obreros”.
