+++ PERFILES DE DIEZ ASESINOS EN “RASTROS CRIMINALES”, DE LAURA QUIÑONES

+++ SEXO, ASESINATO, NECROFILIA, DESCUARTIZAMIENTO, CANIBALISMO…

En “Rastros criminales. Anatomía del crimen violento” (Ediciones B, 2015), Laura Quiñonez Urquiza nos ofrece los perfiles de diez homicidas extremos.

Los divide en “Asesinos en masa”, donde ubica a Jim Warren Jones, apodado “El Padre”, y a Wellington Meneses, denominado “El asesino en masa de Río de Janeiro”.

En la segunda parte analiza las personalidades de los “delincuentes sexuales”, donde aborda dos casos. El primero es el de Ulises V., “El violador de Recoleta; y el segundo es Marcelo Ángel Fasano, conocido como “El sátiro de la bombacha”.

El tercero y más butrido apartado, con el análisis de seis criminales, lo llama “Asesinos en serie”.

En ese último trata los episodios de “Moses Sithole, “El asesino del ABC”; Jeffry Dahmer, “El asesino de Milwaukee”; José Luis Calva Zepeda, “El canibal de la Guerrero”; Russell Williams, “El Coronel”; Juana Barraza Samperio, “La mataviejitas”; y por último, Luis Gregorio Ramírez Maestre, “El monstruo de la soga”.

La clasificación de la criminóloga argentina para dividir a estos verdugos parece un tanto arbitraria, más cuando no nos explica en la introducción en qué se basa.

Por lo general entre los enterados se acepta la definición de “asesino serial” no solo cuando son varias las víctimas del verdugo, sino también que los asesinatos tengan algún componente sexual.

En este caso no es así, pues en el segundo apartado, donde trata la clasificación de “Delincuentes sexuales” solo incluye a dos, los citados Ulises V, “El violador de Recoleta”, y a Marcelo Ángel Fasano, “El sátiro de la bombacha”.

Pero es obvio que al menos Jeffry Dahmer, “El asesino de Milwaukee”; José Luis Calva Zepeda, “El caníbal de la Guerrero”; y Russell Williams, “El Coronol”, tuvieron motivaciones harto sexuales.

Claro, se trata de una sexualidad enfermiza, demente, satánica, cuyo mejor ejemplo sería Dahmer, el asesino de Milwaukee, a quien “desmembrar hombres lo termina excitando sexualmente”, según refiere Quiñonez Urquiza en uno de los relatos mejor logrados del libro.

Dahmer “leía libros satánicos y experimentaba con un altar en su dormitorio, donde a veces colocaba las cabezas pintadas para obtener poder, tal como sucede en la película El regreso del Jedi”.

Ya que para tal asesino de Milwaukee “el canibalismo se convirtió en un ritual litúrgico criminal”, pues ver “el abdomen y vísceras de sus víctimas lo excitaba sexualmente al punto tal que le urgía masturbarse frente a esto in situ y luego con las fotos que tomaba”.

Lo mismo ocurre con el episodio mexicano de “el caníbal de la Guerrero”, cuyo asesino resultó ser el periodista y escritor José Luis Calva Zepeda.

Esta es la ficha que la criminóloga Laura Quiñones nos ofrece del personaje: “Mexicano. Asesino en serie. Tres víctimas mortales. Zoofílico, sadomasoquista. Motivación Psicológica: descuartizamiento psicopático y canibalismo criminal”.

Calva llegó a desayunarse, literalmente, a algunas de sus parejas sentimentales: “Sobre la hornilla de la cocina había un sartén con restos de grasa  y residuos de carne frita. Cerca de la base del lavadero de platos, se encontró una caja de cereales que en su interior contenía el hueso faltante cubierto con tejido muscular frito. Sobre la mesa había un plato y dos tenedores con restos de la carne frita”.

Además de los relatos de cada caso, algunos muy conocidos y de los que incluso se han escrito libros y hecho películas, la especialista ofrece análisis más detallados de los homicidas seriales, es decir, sus perfiles criminales.

El perfil de un posible criminal es útil, dice la autora, porque identifica los “rasgos definitorios de su personalidad, habilidades, datos emocionales, psicológicos, edad, sexo, ocupación, historial delictivo y psiquiátrico, estado civil, hábitos y estilo de vida, lugar de residencia, etc”.

Ese análisis de perfiles criminales, de sus motivaciones, de sus contextos sociales, y de las causas que les llevaron a estos individuos a volverse enfermos y malditos, son las principales aportaciones del libro, por más que en algunos casos sea muy somero el estudio.

Porque además del morbo y el sensacionalismo en este tipo de temas, lo que el lector busca, o debiera buscar, es el esclarecimiento, aunque sea un poco, de los misterios de vida que llevaron a estos individuos a convertirse en monstruos…de lo cual, es evidente, la sociedad en la que vivieron tiene mucho de responsabilidad.