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jueves 28 de marzo de 2024 San Luis Potosí, México
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Charlie Wilson es un americano clásico. Un jubilado de 77 años que vive su retiro en la plácida Florida, trabajó para el Ejército como operador de radares durante la Guerra Fría, admira la riqueza cultural de Europa —“Estuve en Barcelona. Oh, cómo me gustó Miró”— y cree que un país se debe gestionar como una empresa. “Tenemos una deuda de 20 trillones, que son 70.000 dólares por ciudadano contando niños y bebés. Gastamos demasiado en programas públicos. Necesitábamos un hombre de negocios como Donald Trump”, opinó  en la fila de entrada al mitin en Florida del nuevo presidente de EE UU.

El punto de vista de Wilson es el del republicano tradicional que sintoniza con Trump, sobre todo, en lo económico. También apoya su posición frente a la inmigración ilegal —“Es bueno asegurarse de que no entren los malos”—, aunque sin su retórica xenófoba, con realismo y empatía de patrón: “Necesitamos a los inmigrantes. Los mexicanos trabajan duro”. Pero, como buen americano que aprendió a temer a Moscú, lo desconcierta su relación con Putin. “Es un tipo muy listo y sabe muy bien lo que quiere. Espero que el presidente sea sensato”, dijo Wilson, de pantalón corto y con una camiseta de La guerra de las galaxias.

La fila bajo el sol de Florida era larga. Se estima que entraron al mitin 9.000 personas. La mayoría, adultos blancos de clase media, el sector mayoritario de los 62 millones de votos de Trump, mezcla de conservadores de la vieja escuela y nueva derecha populista, los que abrazan su faceta más radical.

“Lo mejor es el muro que vamos a levantar en la frontera con México”, dijo exultante Margie Soyers, una neoyorquina de 68 años. “Va a ser como la muralla china. Me lo imagino majestuoso, alto y [sonrió] probablemente electrificado”. Por la otra orilla de la calle pasaron unos manifestantes contrarios a Trump. “¡Estáis llenos de odio!”, les gritó un trumpista. “¡Antiamericanos!”, gritó Soyers.

“Dios lo puso ahí para nosotros. Rezo por el cada día”, exclamó con esfuerzo la anciana Betty Grover, de 93 años, en silla de ruedas y acompañada por su hija Frida Hartman, de 70, que afirmó: “Lo que más me ha gustado hasta ahora es la orden de frenar el influjo de inmigrantes de países terroristas”, y opinó también que Obama era el responsable de la división social. “Mira lo que hizo con los policías, poniéndose del lado de Black Lives Matter [movimiento surgido por la violencia policial contra los afroamericanos]. Yo no tengo nada contra los negros, pero creo en nuestros agentes. Están aquí para protegernos a todos”.

Su madre seguía atenta sus palabras. “Ella siempre ha sido muy política”, comentó Hartman. En 1935 fue por primera vez a un mitin, del presidente Franklin D. Roosevelt en Kansas, su estado de origen. La nonagenaria señora Grover recordó su vieja América y dijo con voz correosa: “Nada nos daba miedo”.

En unos minutos estarían escuchando el verbo incendiario del presidente Trump, el hombre que les ha prometido “Hacer América grande otra vez”.

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