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Desde el 3 de diciembre de 1959 a la fecha es voluntario activo de la delegación estatal de la Cruz Roja Mexicana.

Eran los tiempos en que, a pico y pala construían el paso subterráneo de las vías del ferrocarril del Montecillo. Una mañana, Liborio cruzó las vías sin problema, como lo hacía el resto de la gente que iba a pie al Centro, cuando vio que un tren estacionado echó reversa abruptamente, arrollando a un anciano al que le cercenó de tajo un brazo y una pierna.

En un santiamén, Liborio auxilió al infortunado. “Presioné sus venas para que no se desangrara, la compasión por el pobre viejito fue más grande que la impresión de verlo cortado”, afirma.

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Minutos después llegaron los de la Cruz Roja y subieron al herido a la ambulancia. Antes de partir al hospital los paramédicos felicitaron al joven por su heroísmo. “Deberías apoyarnos”, le dijeron, y él les tomó la palabra. Desde aquél otoño del 59 en que disfrutaba de sus 23 años a la fecha, Liborio Sánchez Villa ha sido voluntario de la Benemérita Cruz Roja.

Gobernadores le han dado la mano, decenas de reconocimientos a su labor humanitaria colman las paredes de su casa, situada en la calle Juan de Dios Peza, pero Liborio sigue tan sencillo y dispuesto a ayudar al prójimo como hace 57 años.

Recién había entrado a trabajar en la fábrica de chocolates Costanzo cuando Liborio comenzó su carrera como rescatista de la Cruz Roja. A los largo de más de medio siglo de servicio por el cual no cobra un solo peso, ha rescatado de las garras de la muerte a miles de potosinos que se han visto involucrados en algún accidente de tránsito, accidente doméstico o desastre natural.

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Liborio comenzó su labor en esa vieja casona de la calle Independencia que albergaba a la Cruz Roja a mediados del siglo XX. La institución tenía como ambulancias unas camionetas General Motors Company (GMC) chaparritas, de grandes puertas en su parte posterior por las que metían las camillas y trasladaban a casi todos los heridos a un entonces lejano Hospital Ignacio Morones Prieto por una Avenida Carranza que a partir de Tequis era pura terracería.

A partir del 3 de diciembre de 1959, Liborio comenzó a auxiliar accidentados de auto, heridos de riñas, quemados, y todo tipo de lastimados por accidentes domésticos, de todo atendió Liborio y sus compañeros voluntarios desde su juventud, “la primera vez que auxilié a una persona ya estando en la Cruz Roja fue un tipo que se voló los dedos con una paloma, esa misma noche, cuando íbamos para el hospital nos llevamos también a un herido de navaja en el Bar Chinampa”, recordó.

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Pero una de las anécdotas imborrables en su carrera como rescatista fue aquella vez que llamaron a la Cruz Roja pidiendo auxilio para los pasajeros de un autobús arrollado por el tren por el municipio de Salinas de Hidalgo.

“Cuando llegamos estaban muchos heridos sobre el campo a una distancia razonable del autobús que estaba partido por el tren, empezamos a ayudar a la pobre gente y entre los heridos estaba mi mamá herida e inconsciente, regresaba de visitar a unos familiares de Salinas y le tocó la mala suerte de accidentarse, en verdad me dio tanta angustia verla ahí, lastimada”, relata Liborio como si estuviera viviendo ese instante. Años después, auxiliaría de nueva cuenta a su madre en un accidente menor cuando iba de pasajera en tren a la Ciudad de México.

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“Uno espera auxiliar a desconocidos cuando llega a un accidente, no a sus familiares”, expresó el hombre bajito, ahora de 82 años.

Posteriormente, la Cruz Roja se mudó a la Avenida Juárez y Liborio continuó colaborando. Vio presidentes entrar y salir de la institución al igual que voluntarios y rescatistas, pero él ha seguido fiel a la Cruz Roja y a la humanidad, acumulando ya un sinnúmero de auxilios y anécdotas para contar, como la vez que ayudó junto con los voluntarios a tres personas balaceadas durante las fiestas patrias del 15 de septiembre, en la Plaza de Armas, en tiempos en que navistas y simpatizantes de Manuel López Dávila se disputaban el triunfo de las elecciones por la gubernatura.

Aunque hace algunos años que ya no sale a prestar auxilios, Liborio Sánchez continúa asistiendo a la Cruz Roja como el otoño del 59. Es jefe de guardia y cuida que los servicios se hagan con prontitud. A 57 años de servicio ininterrumpido en la Cruz Roja, Liborio sigue al pie del cañón, es un ejemplo para los nuevos voluntarios que ingresan a las filas de la institución, es el orgullo de sus seis hijos, y es también un ejemplo de solidaridad y tesón para los mexicanos.

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