En los tiempos de crisis surgen anti héroes como el Justiciero de La Marquesa, cuando la policía es parte del problema y el sistema de justicia no funciona la gente simpatiza y celebra en privado actos como los de este hombre que ha llamado la atención por haber asesinado a cuatro peligrosos asaltantes carreteros y desaparecer sin dejar rastro.
Ajustició a los asaltantes con una pistola 9 milímetros, sí, les disparó por la espalda cuando bajaban del autobús con el botín en las manos y los remató en el suelo con el clásico tiro de gracia, y tuvo la tranquilidad para regresar y decirle al chofer que siguiera el trayecto como si nada hubiera pasado.
Por la manera peliculesca como el Justiciero manejó esta situación límite, se pudiera pensar que está familiarizado con el uso de armas, que tendría formación policiaca o militar, delincuente de una banda rival no lo es porque tuvo la cortesía con los atemorizados pasajeros de devolverles sus celulares, carteras y relojes, y solo les pidió que le hicieran el “paro”, lo que menos busca, hay que decirlo a su favor, es fama y reconocimiento.
De su identidad nada se sabe, de su paradero menos, se ha vuelto una leyenda nacional alimentada por las redes sociales siempre sedientas de justicia ante el vacío de autoridad. Si el gobierno no actúa, para muchos es válida y plausible la acción ciudadana en contra de criminales “in fraganti”.
La media filiación del Justiciero de La Marquesa, es la de un país desesperado por la falta de seguridad y justicia, así que no será difícil encontrarlo.
Los otros pasajeros como el chofer del autobús que partió de una población rural del Estado de México a la Ciudad de México, han preferido callar, son agradecidos con su defensor anónimo: solo la hipocresía o la discreción impide reconocer en público la amplia satisfacción social que causa la ejecución de criminales que, en manos de la policía y jueces, se corre el riesgo de que salgan absueltos por la puerta grande o por alguna recomendación de derechos humanos.
En este caso no proceden la presunción de inocencia ni el debido proceso. Se hizo “justicia en caliente” al estilo del presidente Porfirio Díaz e imitada, a mucha honra, por nuestro gobernador Gonzalo N. Santos que se despachaba a homicidas, salteadores y violadores en el panteón de El Saucito para evitarse trámites judiciales y pompas fúnebres, los echaba a la fosa común con el beneplácito de las élites y las fuerzas vivas.
Los linchamientos de delincuentes a golpes o con fuego por la masa enardecida, son cada vez más recurrentes en poblaciones de todo el país; ahí están las mujeres de Aguascalientes que mataron a cacerolazos a un ladrón que se metió a su casa o la turba de vallenses que molieron a golpes a un violador y no lo mataron porque llegó la policía, aunque luego se dijo que no era el hombre indicado.
Sobre el Justiciero de La Marquesa se lee en el portal de El Universal que, según unos penalistas, si fuera detenido podría alcanzar una condena de 240 años, porque estará complicado que compruebe que actuó en legítima defensa y se le podría achacar hasta premeditación y alevosía por haberles disparado por la espalda y rematar a los cuatro “angelitos” que eran parientes, vecinos de un pueblo cercano y al menos uno tenía antecedentes penales. De que eran unas “fichitas” no hay duda, hay videos de otros asaltos que los incriminan.
Así cómo están las cosas, no nos parece tan descabellada la intención del senador panista de apellido Preciado de ampliar el derecho constitucional de portar armas fuera de casa para usarlas en legítima defensa; y aquí, por ejemplo, necesitamos un justiciero que limpie la ciudad de los que andan robando jovencitas.
