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jueves 28 de marzo de 2024 San Luis Potosí, México
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Después de lo que le pasó hoy en Avenida Salk, Arturo jura que no volverá a discutir ni a mentar madres en medio del tráfico, dice y mira dos agujeros de bala que le acaban de hacer a su Tsuru.
Y aunque lo siente por su coche, mucho más le hubiera dolido si esos tiros hubieran dado contra su cuerpo, como seguro deseaba el agresor.
Así, mientras con trabajos resbala por su garganta seca el bolillo que ahora se come, «pal susto», no puede dejar de pensar que algunas de esas balas pudieron haberle dado de frente.
Una penetró justo en el parabrisas, a la altura del chófer, y los otros dos en el cofre.
Estuvo en riesgo de perder la vida…por nada…más bien sí, por una «pendejada»…quien iba pensar…quien iba pensar…que por una mentada lo iban a matar…
Nunca imaginó, ¡cómo iba a saberlo!, que por la ciudad pueden andar ya personas armadas a las que no les importa vacíar sus pistolas si se sienten ofendidos, digamos por un simple y ordinario recordatorio materno.
Sí, son personas que no saben de jueguitos, y todo se lo pueden tomar muy personal, muy a pecho.
Y es que, como diría algún personaje en una cinta de Pedro Almódovar, esos individuos deberían aprender a solucionar sus problemas de otra manera, pero la verdad es que no saben o no quieren o les «vale madre», y entonces responden a balazos.
Son casi las tres de la tarde de este miércoles 26 de octubre, y todo acaba de ocurrir apenas hace unos minutos.
El agresor ya está lejos, buscado por la policía, pero ahora Arturo cae en la cuenta de que cuando pensó que dejaba atrás para siempre al imprudente del otro coche, luego de los bocinazos y los gritos, en realidad éste le siguía de cerca, como un «rencor vivo», diría el clásico.
Muy nervioso aún, relata al fotógrafo de La Roja que venía circulando por la avenida Salk, y de pronto un automovil Bora, plateado, y sin placas, se le atravesó de manera imprudente en uno de los múltiples cruceros que parten el sombreado camellón de tal arteria de la colonia Progreso.
De su parte, y cabe pensar que de su contrario, se dieron los consabidos bocinazos y gritos conmemorativos del 10 de Mayo. Parecía un intercambio como decenas de tantos otros que se dan todos los días enmedio del estrés citadino causado por el tráfico.
Arturo no le dio más importancia, siguió su camino y unas pocas cuadras más adelante estacionó su coche a las puertas del OXXO que se encuentra en la misma avenida Salk y esquina Blas Pascal. Los gritos le habían dado sed: quería una coca light.
Ignorando que lo seguía el peligro muy de cerca, Arturo entró a la tienda de conveniencia, y en esos instantes por poco lo alcanza su violento y ocasional perseguidor, quien emparejándose a la altura del establecimiento y sin descender de su vehículo descargó siete tiros de su pistola calibre nueve milímetros.
Furioso, o mal tirador, o ambas cosas, no solo el Tsuru fue impactado por las balas, también le tocó una al costado derecho de un Chevy color champagne, propiedad de otro cliente de la tienda. Luego se dio a la fuga, quien sabe si ya más descansado por su catársis de plomo.
Quedó así visto que nadie sabe con quien se topa por el camino, y algunos tienen la pésima puntería de encontrarse con individuos a quienes no les enseñaron a «solucionar» los problemas más que con mentadas de madre…y a balazos.
El problema no es que traigan los nervios de punta y anden echando chispas, eso les pasa a muchos, el asunto es que andan armados, y les da por emular películas del Bronx neoyorkino en plena y ordinaria colonia Progreso. ¡Pobres de quienes se crucen en su camino!
Ya lo sabe ahora usted, y aunque aquí no estamos para moralejas, tome nota: Hay personas a las que no se les puede mentar la madre enmedio del tráfico, aunque ellos tengan la culpa, porque en estos tiempos violentos que corren muy bien puede ser que le respondan a tiros.
Esto lo supo Arturo hoy, aunque de una manera un tanto directa y espectacular: «No es como verlo en una película o leerlo en el periódico», dice cuando da un sorbo a la Coca Light (quizá ese antojo le salvó la vida) y otra mordida a su bolillo.
Parece que al final la lección no le salió tan cara como pudo ser: su coche tiene tres agujeros que no tenía, el en estos momentos es atendido por los paramédicos por un subidón de presión. Pero todo normal.
Los empleados de la tienda, los transeúntes, y los chóferes de los múltiples autos que circulaban por el lugar también andaban de suerte, pues los tiros no dieron en ningún blanco humano.
Arturo tuvo su lección, nosotros aprendemos en cabeza ajena, y al agresor, téngalo por seguro, le acechará un oscuro karma.

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